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Friday, July 8, 2011

ACCION JACKSON (1988)



¡Que bien lo pasábamos en los ochenta! En aquella escena, casi mítica de Depredador en la que Schwarzy y Apolo estrechaban los brazos en un pulso al límite de lo permitido, se hacía evidente que Carl Weathers merecía su oportunidad en solitario. Los muchos años de sparring de Rocky amén de ser presencia habitual en series de TV y en todo tipo de películas desde mediados de los 70, habían curtido a esta antigua estrella de fútbol americano para poder dar el salto como cabeza de cartel. Y eso lo vió claramente el bueno de Joel Silver, productor lumbrera donde los haya (de Walter Hill a los Wachowski, pasando por Donner y cia) que montó un vehiculo para el actor, reviviendo la fenecida moda del cine blaxploitation.


Eso sí, los tiempos eran distintos: culto al músculo anabolizado, a la acción gratuita, al esquematismo narrativo en su máxima potencia (y vinieron aún tiempos peores), al chiste fácil, al mamporro como figura de estilo y con pocas coartadas ideológicas. Al invento lo llamaron Acción Jackson (1988) y el resultado...no lo disfrutamos tanto en su momento como ahora (¿por qué será?).


El sargento Jericho Jackson, más conocido como Acción (sic), es un poli duro (suele ir sin armas) que trabaja en Detroit en una de esas comisarías que solo salen en las películas: ambiente de hora punta, jefe gritando, gente llevando archivos de un lado a otro sin saber muy bien a donde van, chistes al por mayor, putas decorando el local, algún borracho en una esquina....En la ciudad hay un tipo peligroso, con dinero y poder para más señas que responde al nombre de Peter Delaplane (el imprescindible Craig T. Nelson), típico villano conspirador que esta limpiando la ciudad con fines políticos. En el pasado, Jericho ya tuvo un problema con él, concretamente con su hijo, lo que le costó ser degradado. Ah, se me olvidaba, decorando la función Sharon Stone, como mala despechada y Vanity, que canta y se mueve entre los decorados (lo de actuar, vamos a dejarlo: fue nominada al razzie a peor actriz ese año).


Acción Jackson (1988) es un policiaco ochentero al borde de la parodia, lo que la convierte en un espectáculo flojo pero simpático. Nada parece estar tomado en serio, aunque lo que se muestra en pantalla tiene todos los visos de serlo. Craig R. Baxley, un curtido especialista y experto a la postre en cine de acción B, había aprendido los mimbres realizando casi una decena de episodios del Equipo A y eso se nota en esta película. Ritmo endiablado, humor bajo mínimos pero resultón, espectaculares set pieces de acción (coches volando, of course), explosiones inacabables, peleas barriobajeras, secundarios de porte (Bill Duke y Robert Davi, habituales de la factoría) y una secuencia final digna de ser revivida en cualquier fiesta de nochevieja venidera.


Hay que reconocerle a Silver que sus producciones funcionan (o funcionaban), y que su idea del espectáculo flamboyant pocas veces se le va de las manos (bueno, cuando intenta imitar a Bruckheimer y cia pero esa es otra historia). Pero Acción Jackson no cuajó, no hubo secuelas y no se pudo levantar franquicia; quizás por que este miniblockbuster era pieza ideal para disfrutar en los cines de sesión continua o en el formato domestico que como estreno revienta-taquillas (como Red Scorpion, Punisher, Masters del universo, Dark Angel...).


Silver lo intentó nuevamente con la simpática Pasajero 57 (todo hay que decirlo con mayor fortuna) y Carl Weathers se fue hasta Australia para encarnar a un tipo no muy distinto del bueno de Jericho Jackson, de nombre Billy Huracán Smith, que desafortunadamente también careció de descendencia fílmica.

Wednesday, June 8, 2011

EDDIE MURPHY: GANGSTER Y VAMPIRO


Empecemos. El maestro del terror (o del suspense, según publicidad adoptada) y el maestro del humor se juntaron a mediados de los 90, para realizar Un vampiro suelto en Brooklyn (1995), intento oportunista de levantar las alicaidas trayectorias comerciales tanto de Wes Craven como del propio Eddie Murphy. El resultado es una comedia terrorífica que ni provoca risa ni da miedo, y cuyo resultado comercial fue un merecido fracaso. Hay que reconocer a ambos que tras este bache las cosas les fueron mejor: Craven encontró un filón llamado Scream y Murphy empezó a ripear el humor de Jerry Lewis lo que le llevó a ser estrella de la taquilla a nivel familiar.


Vista hoy A Vampire in Brooklyn provoca indiferencia aunque es fiel a los patrones fílmicos ofrecidos por Murphy. Por si alguien está interesado, el filme es un ripeo de Blacula, aunque el vampiro lleva melena rizada y se llama Maximiliam. Un intento de respetar las coordenadas de un género, en este caso el terror y para más datos, las películas de vampiros (cuyas señas de identidad no son adulteradas, y es lo mejor de la función) pero mezclándolas, ay, con un humor grueso, de trazo chusco, que ni divierte, ni hace gracia y es poco más que un obstáculo en el desarrollo del filme (sirva de ejemplo los avatares del siervo zombie interpretado por Kadeem Harrison).


Craven hace lo que puede (o sea, muy poco) aunque el nivel de producción de la propuesta no es escaso. Y lamentablemente, echa a perder, las siempre fascinantes posibilidades de la propuesta. Eddie Murphy se toma muy en serio su papel y abre mucho los ojos para que su caracterización tenga tal efecto. Además para que sus fans no se aburran, se desdobla en varios personajes para demostrar sus dotes transformistas. Del cómico fresco y pendenciero de sus inicios, aqui queda muy poco. Para curiosos reseñar, que el finado Lucio Fulci volvió a criticar a Wes Craven el plagio de algunas escenas de esta película (bromas con el italiano muy pocas y al Craven le tenía atravesado).


Toma Dos: A finales de los 80, y aprovechando la moda de películas de gangsters (El Padrino III, Uno de los nuestros...), Eddie Murphy decidió pasarse a la dirección con Noches de Harlem (1989), un intento de homenajear y reivindicar el papel afroamericano en tal género y de paso, reunirse delante de las camaras con su adorado Richard Pryor.


En los tumultuosos años 20, Sugar Ray es el propietario de una casa de juegos en Harlem. Con la ayuda de su hijo Quick, Sugar tratará de evitar que el gángster Bugsy Callhoune, que cuenta con la colaboración de un policía corrupto, se entrometa en sus negocios.


Una lujosa producción compensada en los apartados técnicos con profesionales de primer nivel y respaldo de Paramount Pictures. El resultado aunque lejos del desastre anteriormente citado, carece de la brillantez deseada, dada la falta de homogeneidad del resultado. Un filme criminal con algunas notas de humor, que como película de gansters sabe a poco y como comedia de aromas clásicos se queda corta. No aburre pero tampoco engancha y Murphy no volvió a reincidir en la silla de director, por algo será. Curiosamente y a pesar de los problemas que se vivieron durante su producción, Richard Benjamin obtuvo resultados superiores con un apuesta similar Ciudad muy caliente (1984), reunión de dos estrellas de la pantalla: Clint Eastwood y Burt Reynolds.

Thursday, May 27, 2010

REDADA EN HARLEM (1991)


Aunque la obra de Chester Himes no ha transitado excesivamente las pantallas, sus adaptaciones han tenido resultados al menos interesantes aunque no plenamente satisfactorios. Ya en 1970, Ossie Davies abrió el fuego de la blaxploitation con Algodón en Harlem, un estimable film que hizo ver a muchos productores las posibilidades económicas de un emergente mercado. Esta aventura tuvo una curiosa prolongación un par de años más tarde en Come Back, Charleston Blue (1972), versión muy libre de la novela Empieza el calor.


Ambas películas estaban sacadas del maravilloso ciclo Harlem, conjunto de historias en las que Himes dio rienda suelta a las aventuras de los geniales Ataud Johnson y Sepulturero Jones, dos policías negros de armas tomar que impartían justicia en el mítico barrio neoyorquino. Casi veinte años después, Bill Duke se puso manos a la obra y tras una década trabajando como actor y director televisivo, saltó a la pantalla grande con una nueva adaptación de la obra de Himes. En este caso, la inolvidable Por amor a Imabelle, carta de presentación del citado dúo de inspectores de color. Su título en pantalla no deja lugas a dudas: A Rage In Harlem.


Una joven y ambiciosa joven huye de una perdida zona de Mississippi con un preciado cofre repleto de joyas. Ni que decir tiene que tan atractivo botín ocasionará un importante revuelo cuando llegue a Harlem. Hampones, buscavidas, proxenetas, y vividores perseguirán el tesoro mientras los cadáveres se empiezan a amontonar. En esta aventura aparecerá un inesperado protagonista, Jackson un inocente e ingenuo agente de pompas fúnebres, perdidamente enamorado de Imabelle que se encontrará de bruces con todo este efervescente tinglado.


Esta versión muy libre de la citada novela de Chester Himes radiografía de manera certera el Harlem de 1956, un particular microcosmos poblado por gangsters, mujeres fatales, violentos matones, delincuentes de poca monta, religiosidad impostada y todo tipo de tugurios donde el jazz y el rythm & blues juegan un importante papel. El tono elegido es claramente noir pero filtrado bajos los rudimentos de una gran comedia, aspecto que en ocasiones debilita esta obra sin llegar finalmente a aniquilarla. El humor negro y la ironía son elementos habituales en las obras de Chester Himes pero nunca son los auténticos vehículos de la acción. El punto más débil de la película es el retrato de Ataud Johnson y Sepulturero Jones, meros comparsas cómicos de la aventura de nuestro principal personaje, cuyas escasas apariciones provocan la lógica hilaridad.


El libreto de Redada en Harlem (1991) coge el espíritu que no la letra de Himes. Varía y modifica algunos personajes y situaciones de la novela sin que el resultado final pierda interés ni desvirtúe el sentido original propuesto en la novela. Así, A Rage in Harlem puede ser vista como una versión modernizada de la inmortal La Isla del Tesoro de Robert L. Stevenson, sustituyendo a piratas y marinos por mafiosos, truhanes, facinerosos, muñecas de ébano y algún que otro simpático ingenuo. Las persecuciones y los tiroteos se dan la mano con algunas bromas (genial la de los cuadros de la habitación de Jackson) y momentos de evidente glamour negro.


Duke retrata muy bien la divertida galería de personajes que pululan por está enloquecida historia. Desde Jackson, ese orondo gigantón magníficamente interpretado por Forrest Whitaker, pasando por Big Kathy un travestido proxenta de engañosas apariencias (Zakes Mokae), el ridículo gangster Easy Money (el gran Danny Glover), el dinámico y truhán Goldy (hermanastro del protagonista felizmente interpretado por el finado Gregory Hinnes) o la resplandeciente Imabelle (venenosa muñeca de ébano encarnada, nunca mejor dicho, por la potente Robin Givens).


Además, la cuidada ambientación se ve reforzada por una excelente banda somora de Elmer Berstein acompañada de hits de la época: Chuck Berry, Little richard, James Brown, Fats domino, Jimmy Reed, Bo Didley, Howlin´ Wolf, Elmore James…o el mismísimo Screamin´ Jay Hawkins que incluso hace acto de presencia en una de las mejores escenas de la película. En defintiva, A Rage in Harlem es un meritorio film que habría merecido mayor interés del que despertó en su momento.


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