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Wednesday, February 3, 2010

LA ORGANIZACION (1971)



Entre la comentada segunda aparición del inspector Tibbs en las pantallas y este tercer, y a la postre último título de la serie, algunas cosas habían sucedido en el panorama cinematográfico norteamericano. En abril de 1971, un pequeño film independiente rodado al margen del sistema había convulsionado a la sociedad bienpensante norteamericana por su fuerte y beligerante contenido sociopolítico. Hablamos, lógicamente del Sweet Sweetback Baaadasss de Melvin Van Peebles. Sin embargo, el zarpazo definitivo llegó un par de meses después cuando un detective negro llamado John Shaft apareció repentinamente en la boca de metro de la 42 con Broadway para poner las cosas en claro e impartir justicia con destreza, elegancia, chulería y mucho desparpajo, atrayendo masivamente, tanto a la población negra como a la blanca, a los cines. Desde entonces, ya nada fue igual y un género nuevo irrumpió con fuerza en las pantallas cinematográficas. Tibbs ya llevaba unos años pululando por el celuloide policiaco pero la repercusión de los dos citados títulos (junto con Algodón en Harlem de Ossie Davis, realizada un año antes) se dejó notar en esta última aventura del inspector Tibbs.



En unas oficinas se produce un sorprendente asalto nocturno en la que es sustraída una importante cantidad de droga. La policía encuentra un cadáver y varias incógnitas que no cuadran en el caso. Tibbs se ocupa de la investigación y pronto entra en contacto con los responsables del robo: un grupo de vigilantes, todos ellos tocados por la tragedia familiar de la droga, que tan solo quieren llamar la atención de la policía para que ataque frontalmente a la red que mueve el narcotráfico a nivel internacional. Pronto, la organización mafiosa se pondrá en marcha y empezarán a rodar cabezas, mientras Tibbs debe de enfrentarse a un peliagudo dilema: ser fiel al cuerpo de policía o encubrir al grupo de insurgentes outlaws en su combate contra el crimen.



El inspector Tibbs contra la Organización presenta ya algunos aspectos que serán comunes en los Black thrillers venideros. Por un lado, el fenómeno del vigilantismo, arraigado en gran diversidad de títulos, pero cuyo mejor exponente dentro de la blaxploitation posiblemente sea La guerra de Gordon (1973). Aquí sin embargo, no hay exviets limpiando las calles de droga e indeseables, sino un grupo post-aquarius, multiétnico y no tan preparado como los primeros compases de la narración parece presentar. Por otro lado, está el tema de la corrupción policial, fenómeno que se extiende por todo el policíaco setentero (no solo norteamericano) y que pone de relieve el desencanto de gran parte de la sociedad con las fuerzas de orden. Si bien, en el film que nos ocupa la crítica es leve y es desplazada a un segundo plano por la constante lucha de su protagonista por preservar su integridad personal cuyo código ético es dinamitado por los sucesos que van aconteciendo. Ambos aspectos aparecen bien desarrollados en el guión de James Webb, mucho más afortunado y equilibrado que en They call me Mr. Tibbs! (1970), menos preocupado en esta ocasión por la vida familiar de nuestro protagonista. Aunque haya aspectos de su trama con evidentes paralelismos con The French Connection (1971), ambos films fueron estrenados casi a la par en Octubre de ese mismo año.



La gran efectividad del film hay que asignársela a la enérgica dirección de Don Medford, cineasta bregado en el mundo televisivo, que aquí nos regala excelentes secuencias de acción muy bien apoyadas por su dinámico montaje (a cargo del gran Ferris Webster) y el excelente soundtrack del músico de jazz Gil Melle (desafortunadamente, nunca editado). Sirva como ejemplo, la excelente secuencia precréditos, un soberbio tour de force de cerca de diez minutos donde sin diálogos asistimos al espectacular robo que abre el film, o la soberbia persecución por los túneles en construcción del metro de San Francisco. Sin olvidar, lógicamente los cuidados momentos de tensión o la perfecta dosificación de la intriga policiaca, creando un creciente clima enrarecido a medida que va desarrollándose la trama. Otro elemento interesante es su final abierto y gris, muy común en los thrillers del periodo, poco amigos de dejar al espectador con engañosa autosatisfacción.



Tibbs vuelve a ser encarnado con su habitual efectividad por Sidney Poitier, aunque su personaje no sea el superblack baadass puesto de moda por Shaft y sus acólitos. Acompañado para la ocasión aunque en un papel muy breve vuelve a estar una desaprovechada Barbara Mcnair, y entre el grupo de vigilantes caben destacar a unos primerizos Raul Julia y Ron O´Neal, este último a punto de disfrutar las mieles del éxito con su encarnación del camello Youngblood Priest.



Tuesday, January 26, 2010

VIRGIL TIBBS



Virgil Tibbs es una creación del escritor norteamericano John Dudley Ball (1911-1988). El creador de Tibbs trabajó como columnista para diversas publicaciones escribiendo artículos científicos y críticas musicales. Su personaje más popular apareció en 1965 en la novela In the heat of the night, y sus aventuras continuaron en otras 6 historias además de varios relatos cortos. Tibbs es un experto en artes marciales (como su creador), tiene conocimientos de diversas especialidades (al igual que Ball) y aunque tuvo diversos romances en el transcurso de sus investigaciones, su autor nunca le hizo pasar por la vicaría. Como miembro de los cuerpos policiales, después de una breve estancia en Filadelfia y San Francisco, se asentó en su natal Pasadena.



Tras investigar un controvertido asesinato en una conflictiva localidad sureña en la conocida En el calor de la Noche, Ball le fue asignando un variopinto número de casos: en The Cool Cottontail (1966) investigaba un asesinato en una colonia nudista (el escritor era naturista); en Death for a playmate/Johnny get your gun (1969) Tibbs aparece en medio de todo tipo de conflictos raciales en una Pasadena asolada por motines y actos violentos; Five pieces of Jade (1972), por el contrario, sigue una trama más clásica, y coloca al detective afroamericano tras la pista de los asesinos de un coleccionista de figuras de jade, sospechoso de tráfico de drogas; en The Eyes of Budha (1976) vuelve a situar a Tibbs en Pasadena investigando la muerte de una mujer cuyo cadáver aparece en un parque en avanzado estado de descomposición, en una aventura que le llevara al sudeste asiático; en Then came violence (1980), el policía más popular de Pasadena debe enfrentarse a una serie de violentos robos a joyerías, los asesinatos provocados por un grupo de vigilantes contra conocidos miembros del crimen y proteger a la familia de un político africano a la que el gobierno norteamericano le ha dado asilo; y finalmente en Singapore (1986), una secuela de la novela anterior, intenta ayudar a la esposa del citado político acusada y encarcelada por asesinato, en un caso en el que Tibbs debe trabajar al margen de su gobierno. Las aventuras de Tibbs se completan con tres relatos aparecidos en los 70: One for Vigil Tibbs” (1976), "Virgil Tibbs and the Cocktail Napkin" (1977) y "Virgil Tibbs and the Fallen Body" (1978).



Aparte de las tres películas protagonizadas por Sidney Poitier, Vigil Tibbs pasó a la televisión en una serie de la NBC/CBS titulada como el film dirigido por Norman Jewison, iniciada en 1988 que se mantuvo en antena a lo largo de ocho temporadas y con un total de 150 episodios. Las aventuras transcurrían en Sparta, Mississippi, localidad natal de Tibbs en la serie, a la que volvía tras su paso en la policía de Filadelfia. El popular detective fue encarnado por el actor Howard Rollins Jr. en las 6 primeras temporadas pero finalmente tuvo que abandonar la serie por sus problemas legales con las drogas. Curiosamente, las dos últimas temporadas Virgil Tibbs desaparecía del mapa (apareciendo solo en tres episodios) y era sustituido en su puesto por el inspector Hampton Forbes, encarnado por el popular Carl Weathers.





*Fuente empleada: wikipedia.org.

Friday, January 22, 2010

AHORA ME LLAMAN SR. TIBBS (1970)



La segunda aparición del inspector Virgil Tibbs en las pantallas supone uno de los primeros black thrillers facturados en los 70, aunque el honor de obra seminal de la blaxploitation se lo lleve otra producción realizada el mismo año y ya citada por estos lares: Algodón en Harlem (1970). No obstante, algunos títulos generalmente policíacos de finales de los 60 ya anticipaban lo que iba a venir y hay que reconocer que existe un antes y un después de En el calor de la noche (1967), el estupendo filme de Norman Jewison, galardonado por la academia, que sirvió a Sidney Poitier para encarnar al personaje más reconocible de su trayectoria ante las cámaras. El inspector Tibbs era una creación del escritor blanco John Ball que desarrolló una serie de novelas y relatos cortos en torno al personaje, a los que siempre dotó de elementos importantes en el contexto socio-político de la época.



Desarrollada en San Francisco, They call me Mr. Tibbs! narra la investigación policial que el inspector de policía afroamericano y varios de sus hombres llevan a cabo a raíz del sórdido asesinato de una prostituta. Entre los involucrados en el asesinato se encuentra un predicador liberal con aspiraciones políticas, amigo de Tibbs (lo que complica en más de una ocasión su presencia en el caso), y el casero de la víctima, un turbio personaje metido en negocios sucios. El inspector Tibbs tendrá que salir adelante entre dudas, obstáculos y molestos problemas domesticos.



A pesar de su llamativo y convincente título, esta primera secuela de las andanzas del inspector negro sigue las pautas básicas del policíaco de la época, en un momento de evidentes cambios ya anticipados por Bullit (1968) y que quedarían definitivamente consolidados con la llegada de Harry el sucio (1971) y The French Connection (1971). Aún así, Ahora me llaman Mr. Tibbs no está ni mucho menos a la altura de los citados títulos y pasa por ser un tibio y correcto policíaco que en más de una ocasión se acerca molestamente a un piloto televisivo. Tampoco la película dirigida por Gordon Douglas muestra la beligerancia reivindicativa ni la suciedad urbana que muchas blaxploitation mostrarían de mejor o peor manera en los años sucesivos. Estamos por lo tanto, ante una obra de transición entre la vieja escuela de los 60 y la nueva ola de thrillers que se impondrían a lo largo de la década de los 70. Por otro lado, hay que reconocer que la presencia de Sidney Poitier impone una imagen ya consolidada en la década anterior por el actor en una serie de vehículos aptos para todo tipo de públicos aunque muchas de sus apariciones integraran un mensaje liberal de marcado contenido crítico siempre del agrado de la bienpensante mayoría WASP.



Entre los aspectos destacables de esta nueva aventura, amen de su desarrollo en las siempre agradecidas calles de San Francisco, se encuentra su entonada columna sonora, obra otra vez del gran Quincy Jones, aquí experimentando con sonoridades jazz aderezadas con dinámicos cortes funk, que describen muy bien los entornos nocturnos en los que transcurre la acción de la película. Su conocido main title suele ser una pieza habitual en los recopilatorios de música blaxploitation de los 70.



El resto viene a ser lo de siempre: persecuciones, tiroteos, falsas pruebas, deducciones de impostada ductibilidad, variopinta galería de secundarios, visitas a tugurios brillantemente iluminados y expeditivos diálogos con poso de ser más ligeros de lo que realmente pretenden. Tibbs intenta salirse en ocasiones por la tangente pero no deja de encarnar al brillante policía negro al que el sistema ha empleado todo tipo de recursos en formar durante 12 años. Además uno de los elementos más prescindibles de la obra son las escenas domésticas del personaje (ausentes por cierto en las novelas) que suavizan la imagen del policía y le rodean de esa idea familiar buscada por su protagonista. En muchas ocasiones aparte de debilitar la trama entorpecen el seguimiento de la investigación policial aunque añadan matices, en mi opinión innecesarios, al personaje de Virgil Tibbs.



Sidney Poitier, con su carisma llena por si solo la pantalla y como suele ser habitual aparece muy bien secundado: Martin Landau convence como el perseguido reverendo Logan Sharpe, Anthony Zerbe se gana tranquilamente el papel de villano de la función y la cantante Barbara Mcnair encarna modestamente a la esposa de Tibbs. La acción de Ahora me llaman Mr. Tibbs sucede entre dos movimientos de cámara ciertamente sugerentes, uno descendente que nos introduce en la película y otro ascendente que acompaña los créditos finales, únicos momentos reseñables de la dirección de Gordon Douglas, un veterano de la serie B, con varias obras maestras en su filmografía, ninguna de ellas luciendo color negro. La película tuvo el suficiente éxito como para generar una nueva secuela, El inspector Tibbs contra la Organización, un filme mucho más entonado que el aquí reseñado, también producido por Walter Mirisch.



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