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Thursday, April 14, 2011

DRACULA 75 (1974)


Esta prolongación del mito Stokeriano es uno de los acercamientos de Curtis Garland a la temática vampírica desarrollados con fortuna en varios títulos: Mujeres vampiro, Los dientes del murcielago, Los vampiros nunca mueren, La maldición del vampiro plateado, la Roja sed del vampiro, la succión de las mujeres vampiro, Dracula West....Todas ellas manteniendo las pautas clásicas del upiro e incluso en ocasiones aportando ideas ciertamente singulares.
Dracula 75 prolonga el mito, mirando a los nuevos aires que los chupadores alcanzaron en los 70, pero manteniendo las esencias básicas de la obra de Stoker.
Prologada por una cita de Van Helsing, esta aventura se desarrolla en dos épocas distintas, diferenciadas ambas por sendas partes del bolsilibro. La inicial, ambientada en 1899 (con errata incluida en el título del mismo) donde un grupo de personajes liderados por el profesor Daniels buscan la cripta donde se halla enterrado Dracula Vlad. Y una segunda parte, coetánea al momento en que fue escrita donde Roy Fisher (personaje central y motor de la acción) investiga todo lo rodeado a un misterioso manuscrito donde se demuestra la existencia del señor de la noche y donde los descendientes de la profanación de la tumba tendrán que acarrear con una pesada maldición. Las consecuencias sangrientas de tal descubrimiento no se hará esperar.
Garland desarrolla este bolsilibro siguiendo la estructura epistolar de Stoker, con abundantes guiños al maestro y adentrándose en el pasado histórico del personaje. La actualización del mito en los años 70, aunque con algunas irregularidades tiene su encanto y no faltan los asesinatos, las vampirizaciones, la investigación policial, y algunos giros argumentales propios de la literatura pulp. Un estimable pasatiempo bien servido por Garland con su habitual cuidado a la hora de crear el tempo de la historia.
Silver Kane, en el número 74 de la colección, ya había visitado al personaje en un título muy prometedor: Yo Dracula.
Selección Terror
Editorial Bruguera
Nº 90
Ilustración de cubierta: Alberto Pujolar
96 pgs

Friday, April 8, 2011

SCREAM BLACULA, SCREAM (1973)


No tuvo suerte William Marshall en nínguna de sus dos encarnaciones del vampiro negro. Su capacidad actoral y su cuidado porte, desafortunadamente no tuvieron resultados satisfactorios en sus dos apariciones fímicas. Sin embargo, el díptico sobre el personaje Blácula ha permanecido como uno de los más representativos de la etapa dorada de la blaxploitation y en Grita Blacula Grita (1973) se aprecian algunas mejoras respecto al título original.


Willis, un aspirante a recoger el báculo de un culto vudu tras la muerte de su sacerdotisa resucita al vampiro negro con el fin de eliminar a su rival Lisa. El regreso de la criatura de la noche desencadenará acontecimientos no esperados.


En esta primera y a la postre, última continuación de las desventuras del africano príncipe Mamualde, se contó con Bob Kelljan detrás de las camaras, un director que había logrado modernizar la figura del vampiro con sus dos films sobre el conde Yorga. La apuesta de la AIP era clara, y se aprecia un intento de dotar un aura terrorífica y seria a la figura de Blácula, alejándola del componente romántico que ensombrecía la popular Drácula Negro (1972).


Un aspecto que se resalta en esta secuela, es la intrusión de aspectos vinculados al folclore popular afroamericano, concretamente la intrusión del vudú, elemento que ayuda a contextualizar uno de los elementos temáticos más reseñables de la historia: el vampiro quiere utilizar un ritual iniciático para deshacerse de su maldición eterna. Un segundo aspecto que se puede destacar de la presencia de Kelljan, es el limitar el territorio de la acciones del vampiro, organizando su nuevo reinado y su nueva legión desde una solitaria mansión. Esto ya lo había desarrollado en sus dos films del citado conde Yorga, obteniendo estimables resultados especialmente en El retorno del Conde Yorga (1971), título con la que esta secuela del vampiro negro guarda algunos puntos comunes.


Kelljan prolonga también su interés por modernizar la figura del vampiro en la sociedad actual (los años 70 en que fue realizada la película) utilizando por ello un enfoque realista, donde lo fantástico no está reñido con las consecuencias que suele traer la plaga (aparición de cadáveres, incredulidad generalizada de la población, negación de la realidad de las autoridades policiales...) y en ocasiones irónico, en apuntes ciertamente simpáticos y reseñables (el vampiro asesinando a un par de delincuentes, el enfrentamiento con las fuerzas policiales o demostrando su superioridad intelectual ante petulantes profesores universitarios, supuestamente expertos en artes africanas).


Esta ruptura con los modelos clásicos del upiro, es lo más reseñable del acercamiento de Kelljan en sus films de terror. En esencia y centrándonos en Scream Blacula Scream, hay una cercanía muy directa con el personaje protagonista, convirtiendo al vampiro negro en antiheroe de la aventura narrada, mucho antes que la propia postmodernidad neogótica situase a los chupasangre en tal condición.


Desafortunadamente, no todo son buenas noticias. El filme se ve lastrado por un guión farragoso que no logra dinamizar las ideas apuntadas y donde los mejores momentos tienen que ver con las presencia de William Marshall en pantalla. Buena prueba de ello es el larguísimo prólogo que precede la resurrección de los muertos o las no siempre afortunadas apariciones policiales. Tampoco el citado elemento vudú es desarrollado satisfactoriamente en la trama, quedando más como un aditivo lustroso aunque finalmente vacuo. En lo que si salimos ganando es en la reducción al máximo de las escenas románticas o la desaparición de momentos humorísticos (el bueno de Ji-Tu Cumbuka no aparece ni sus delirantes chascarrillos tampoco).


Los fans de la serie pueden disfrutar con unos títulos de crédito animados firmados de nuevo por Sandy Dvore, la presencia de la espectacular Pam Grier (no obstante, desaprovechada en su papel), la presencia del gran Michael Conrad (el sargento Esterhaus de Hill Street Blues) y como ya hemos citado, de la excelente interpretación de William Marshall. Su grito final no tuvo demasiadas consecuencias.

Sunday, November 22, 2009

DRACULA NEGRO (1972)



Retrocedamos en el tiempo. Como no podría ser de otra forma, el terror también infectó el cine afroamericano de los 70, ya sea extrapolando nombres básicos del género (Drácula, Frankenstein, Jekyll & Hyde…) o desarrollando temas clásicos del mismo (zombies, posesiones, monstruos mutantes…). Los resultados (ya lo hemos comentado en alguna otra ocasión) no fueron precisamente muy satisfactorios, aunque siempre hubo las lógicas excepciones y algunos delirios a retener. Títulos como Blackenstein, Sugar Hill o Abby son buen ejemplo de una época en que la sangre tuvo color negro.



La aparición de Blacula (1972) es interesante por varios motivos. Por un lado, la A.I.P. ofrecia una variante a los habituales films policiacos con que la blaxploitation se estaba consolidando. Por otro lado, y como han señalado diversos estudios y documentales, Dracula Negro (1972) ayudó a desviar la atención sobre una serie de producciones que empezaban a tener problemas a nivel público. En pleno debate sobre las vicisitudes raciales y críticas que títulos como Sweet Sweetback Baadassss Song (1971) o Superfly (1972) estaban desencadenando, la historia de un vampiro negro enamorado ayudó a encauzar el auténtico sentido comercial de todas estas producciones.





Frente a un proxeneta escapado de la justicia y perseguido por todos, un camello negro de armas tomar o un detective de color impartiendo justicia de manera implacable, nos encontramos aquí con el principe Mamuwalde, vampirizado por el mismísimo Conde Drácula (de actitudes racistas nada sospechosas), maldito a su pesar que resucita en nuestros días vagando por las calles en busca de sangre y de su amor perdido. Blacula sigue las pautas clásicas del típico film de vampiros: chupasangre revivido por la imprudencia de dos anticuarios gays, encuentro fortuito con su antagonista (el doctor Gordon Thomas, negro para más señas) y la aparición en escena de la supuesta reencarnación de su amada Luva. El previsible love-never-dies no tendrá efecto y Blácula perecerá en un inesperado acto suicida que sorprende en un film de sus características. Estamos, por lo tanto, y con permiso de Paul Naschy ante el primer vampiro romántico del cine moderno, cuya condición racial le imprime un insólito aspecto reivindicativo.



Blacula supone un nuevo intento por actualizar la imagen del vampiro en un contexto contemporáneo. El principe Mamuwalde visita clubs nocturnos con capa de mode pero al ritmo ambiental de los impresionantes The Hues Corporation, que animan con su presencia todas las apariciones del upiro en el local. El vampiro cometerá una serie de crímenes que son investigados de manera infructuosa por la policía aunque finalmente, asediaran a nuestro chupador nocturno como si fuese un vulgar criminal. La elegancia y compostura del actor William Marshall se ve en ocasiones fuera de lugar, como si el actor visitase el set de una película que no le corresponde. Este detalle provoca momentos francamente delirantes y divertidos amen de ocasionales apuntes netamente psicotrónicos (“Este tío es muy raro…” cita en más de una ocasión Skillet, único personaje que parece consciente ante el despropósito al que estamos asistiendo).



Destaquemos algunos momentos puntuales, como los diversos ataques de los vampiros, la histeria final provocada por los mismos y el citado suicidio del protagonista, algo francamente novedoso en la temática desarrollada. Lo mejor de la función sin lugar a dudas, son sus excelentes títulos de crédito a cargo de Sandy Dvore y la estupenda banda sonora de Gene Page, donde destacan los temas cantados por The Hues Corporation (There he is again, I´m gonna get you y What the World knows).



Drácula negro (1972) sin embargo funcionó comercialmente, generó una secuela, ganó el premio a la mejor película de terror otorgado por la Academia de Films de Horror, Fantasía y SF (alguna vez nos enteraremos por qué) y abrió una nueva vía dedicada al cine de terror para público de color, imitada por muchas producciones. La película fue dirigida por William Crain y acompañando a Marshall nos encontramos a Voneta Mcgee, Thalmus Rasurala (ambos habituales del cine blaxploiter), Charles Macaulay y el entrañable Elisha Cook Jr.



Wednesday, October 21, 2009

BLADE TRINITY (2004)



David S. Goyer tomó las riendas de esta nueva secuela ante la negativa de Guillermo del Toro de volver a dirigir el nuevo título de la franquicia. No obstante, el nombre del cineasta mexicano aparece en los agradecimientos del film. En su doble faceta de director y guionista, Goyer opta por la continuidad de la fórmula que tan buenos resultados comerciales había dado en las dos anteriores películas. Las variaciones son escasas, la estructura básicamente es la misma y los añadidos o novedades tan previsibles como inanes. No se puede achacar completamente a la inexperiencia de Goyer tras las cámaras el decepcionante resultado de esta tercera parte. Simplemente su falta de personalidad como cineasta refuerza los defectos que ya tenían las anteriores obras y anula los aciertos visuales y ocasionales destellos de genio que aparecían de vez en cuando en las dos primeras películas. No olvidemos que estamos ante películas de producción donde las decisiones de un cineasta novel cuentan más bien poco aunque se trate del guionista en jefe de la franquicia.



El guión de Goyer vuelve a recoger aspectos y personajes de la mitología del personaje para utilizarlos de la manera más interesada posible. Blade cae en una trampa urdida por los vampiros y es detenido por las fuerzas de la ley, tras una movida refriega en la que muere Whistler. Los upiros por su parte han resucitado a Drake/Drácula el primer vampiro con el fin de obtener el suero definitivo que les haga caminar sobre la tierra día y noche. Un misterioso grupo rescatará a Blade de las garras de la policía e intentará hacer frente a la nueva amenaza.



Blade Trinity vuelve a apoyarse en un guión deshilichado que es el principal enemigo de la cinta. Las situaciones y secuencias se suceden por atona acumulación sin ningún tipo de estímulo que las lleve a su deseado climax. Los personajes se mueven por la misma lanzando dialogos y perlas supuestamente destroyer que provocan más hilaridad que el deseado contrapunto desmitificador. La voz en off que indica que lo que se cuenta en las películas de vampiros es un cúmulo de estupideces y que todo nació y murió con Blade no viene ratificada por el metraje posterior. La amenaza que se cierne sobre nuestros personajes pocas veces es detectada en pantalla.



A Goyer le preocupa más los andares cool de nuestros protagonistas en slow motion en sintonía con la marchosa banda sonora, las poses pseudoduras de los principales protagonistas y las rutinarias escenas de acción que al menos no son alargadas hasta la exasperación. E incluso se permite echar por tierra el magro erotismo que podría despertar la muy potente Jessica Biel, malogrado en irrisorias escenas muy cercanas a cualquier spot publicitario que se precie.



El otro gran defecto de la película es un abultado error de casting. El musculoso Dominic Purcell, mas habituado a las fugas carcelarias que a morder cuellos, podrá ser cualquier cosa menos el primer vampiro, el legendario Drácula llamado Drake para no levantar suspicacias, al que se relaciona con el Dagon o Dagan sumerio (interesante cita culterana que desafortunadamente se queda en eso). En lugar de ser el auténtico némesis de Blade, en pantalla tan solo se vislumbra como un entonado sparring que evita unos minutos la agonía del personaje en su buscado camino hacia el sacrificio redentor.



En cuanto a la versión remozada de los Nightstalkers, tan solo decir que cualquier parecido entre Hannibal King en los comics y el personaje nominal que interpreta Ryan Reynolds es mera coincidencia. Lo demás, como ya hemos dicho en ocasiones en otras películas guionizadas por Goyer, luce tan decorativo como carente de toda entidad. Quedémonos quizás con la única imagen inquietante del film: esa nave repleta de humanos utilizada como granja de abastecimiento por las temibles legiones de la noche. Una hermosa flor en la insaluble cienaga llamada Blade Trinity.

Thursday, October 8, 2009

BLADE: CRECENT CITY BLUES (1998)

El regreso del gran Gene Colan al cazavampiros más popular de la factoría de las ideas, fue con un meritorio one-shot, con inevitable vocación para activar una serie regular y que precedió el estreno de la primera película sobre el personaje (fue publicado en marzo de 1998). En esta ocasión, no contó con la compañía cómplice de Marv Wolfman. Su sustituto fue el escritor Christopher Golden que realizó un estimable trabajo a la hora de actualizar las aventuras del personaje manteniendo los mejores elementos que le hicieron popular en los años 70. Basicamente, Golden y Colan devuelven a Blade sus señas de identidad, algo perdidas en sus anteriores combates al lado de los nightstalkers y en su última etapa en solitario (la serie de 10 números publicada entre 1994 y 1995).


Blade se traslada de Nueva York a Nueva Orleans para investigar un extraño complot que se extiende por los bajos fondos de algunas importantes urbes: el hampa está siendo vampirizado de forma metódica siguiendo un plan malignamente estudiado. Detrás de todo ello, se encuentra su archienemigo Deacon Frost, el vampiro que intenta sustituir a Drácula al mando del reino de la noche. En su aventura, Blade se encontrará con algunos inesperados aliados.


Crescent City Blues mezcla habilidosamente terror, misterio y acción a partes iguales logrando así una de las historias más equilibradas en la trayectoria del personaje. Las ideas de Golden son plasmadas con gran profesionalidad por el veterano Gene Colan sin que tenga la necesidad de reinventarse esteticamente. Las viñetas de Colan se muestran tan efectivas y en ocasiones tan fascinantes como lo hicieron en los años 70 en la mítica Tomb of Dracula.


Uno de los puntos fuertes es la recuperación de algunos de los personajes más importantes en la pequeña mitología del personaje. En primer lugar, lógicamente, el gran Deacon Frost, temible y escurridizo, nada que ver con la rejuvenecida presencia de diseño vista en el film de Norrington. Aquí es un peligrosísimo personaje cuyo poder está muy por encima del resto de contrincantes.


El otro gran acierto del guión de Golden es recuperar a algunos personajes anteriormente vinculados a Blade: su antiguo socio Hannibal King, detective vampiro dado por muerto en su ultima batalla al lado del cazavampiros negro, y Saffron Caulder, su antigua novia, que casualmente trabaja en Nueva Orleans para Donna Garth (hija de Simon Garth, el Zombie de la Marvel).


Por si alguno no quedaba suficientemente complacido con este estimulante comeback, Golden intoduce en la trama conexiones entre el vampirismo y el vudu, lo que da lugar a la aparición de Jericho Drumm, el Hermano Vudú y su archienemiga Marie Leveau, introducidos en la batalla entre los poderes de la noche y las fuerzas del bien.


Tan interesante propuesta, no tuvo continuidad dado los caminos divergentes que Blade (1998) siguió en la pantalla grande. El siguiente one-shot sobre el personaje, Blade: Pecados del padre (octubre de 1998), intentaba unir de manera infructuosa lo propuesto en Crescent City Blues con las innovaciones estéticas del personaje vistas en la película, todo ello al servicio de los imposibles lápices de Bart Sears, cuyo estilo en ningún momento de adecua con el cazavampiros negro. Disfrutemos de la contribución de Golden y Colan, en una hermosa y siempre fascinante Nueva Orleans, la admirable y auténtica crescent city blues.

Monday, October 5, 2009

BLADE 2 (2002)


En esta primera secuela, se intentó recuperar el tono oscuro y tétrico de los viejos comics de la Marvel, reforzando los elementos terroríficos de la trama. Para ello, se contrató a Guillermo del Toro, que utilizó muy bien los citados componentes, aunque el resultado final se saldara con la peor película de su filmografía. Además, el director de “Cronos”, perfecto conocedor del mundo de la viñeta, se mostró algo prepotente en sus comentarios en relación al trabajo de Wolfman y Colan. Es cierto que Blade no es una de las joyas del 9º arte, pero no por ello hay que tirar por tierra el trabajo de sus creadores cuando en muchos casos se vieron obligados a seguir las directrices de la compañía.


El guión de David S. Goyer vuelve a hacer agua por todos los sitios. En esta ocasión, y tras rescatar al desaparecido Whistler de las garras vampíricas (en una de las ideas más estúpidas y carentes de interés que se recuerdan), Blade deberá aliarse a sus letales enemigos para combatir a una nueva especie de chupasangre que se alimentan de humanos y upiros, los raptors. Un wild bunch bastante irritante será formado para intentar acabar con la amenaza.


Blade 2 contiene alguno de los mejores momentos de la trilogía. Es muy reseñable la parte central del film, ambientada en Centroeuropa y donde del Toro lleva la historia a su terreno generando un universo malsano y goticista claramente influenciado por uno de los asesores creativos de la película: el gran Mike Mignola. La soberbia secuencia en las alcantarillas y el tempo conseguido anteriormente en las escenas precedentes son muestra de la maestría del cineasta. También es muy destacable la presentación de Blade al comienzo del film, en una secuencia donde se muestra claramente el virtuosismo del equipo técnico. Otro aspecto reseñable y que entronca con otras obras de Guillermo del Toro, son los lazos familiares que se crean entre los principales personajes de la obra, una insólita lucha de antagonistas donde al amor, la traición, el odio y el juego de lealtades tienen evidente cabida.


En esta ocasión, el look del film cambia considerablemente en relación a la película de Norrington. Si allí se utilizó una paleta de tonalidades apagadas que resaltasen en todo momento la gelidez y aspecto high tech de muchos escenarios, aquí del Toro y Gabriel Beristain dotan al film de mayor calidez en la gama cromática, utilizando ocres, amarillos, rojos y azules que refuerzan su condición de película-comic. Estos aspectos quedan realzados en todos los interiores del film reforzando así su atmósfera claramente claustrofóbica y opresiva.


Guillermo del Toro se aplica de manera artesanal y honesta, ante un proyecto netamente de encargo. Sin embargo, su profesionalidad no consigue hacernos olvidar las debilidades argumentales, los pésimos diálogos, los banales trucos de cara a la galería, amén de regalarnos un tercio final al servicio de la instrucción marcial de Wesley Snipes, tan aburrido y alargado, que desmerecen los logros citados anteriormente. Es muy evidente, que David S. Goyer pocas veces consigue conjuntar bien sus historias, y muchos de sus guiones funcionan más como acumulación de ideas y situaciones (en ocasiones estupendas), antes que por un desarrollo equilibrado y metódico de lo que se nos cuenta. Realmente Blade 2, busca ser un vistoso entretenimiento para todos los gustos, peros sus resultados están muy por debajo de lo que en ocasiones se apunta.


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